Richard García – El Mercurio
“Durante las dos primeras semanas tuvimos alumnos muy conectados con el celular. Eran como islas caminando en el colegio y el patio estaba en silencio. Como que se habían olvidado de jugar. Pero esta semana se comenzaron a activar. Empezaron a correr, a saltar”.
Así describe Maritza Contreras, directora del colegio Jorge Huneeus de la Pintana, lo singular que ha sido el reintegro de los estudiantes a clases presenciales desde fines de julio, tras casi año y medio de encierro. Esto ha sido un desafío para los establecimientos educacionales.
“Los cuartos medios, que no habían tenido casi ninguna experiencia presencial en el colegio, están volviendo en forma desesperada porque quieren compartir, hablar, es impresionante verlos cómo se juntan en los recreos”, destaca igualmente Cristián Iturriaga, director del Australian College de Quilicura.
Según el Ministerio de Educación, hasta la semana pasada ya sumaban 10.574 establecimientos educacionales abiertos, lo que corresponde a un 69% del total de recintos a nivel nacional.
“Estamos avanzando con fuerza, volver a poner todos los establecimientos del país a disposición de las familias”, destaca el ministro Raúl Figueroa. “Apuntamos a que la mayor cantidad de colegios vuelvan a clases presenciales”.
La socialización ha favorecido la estabilidad de los estudiantes. “Se sienten mucho más felices, más tranquilos, en el sentido de recuperar la experiencia con otros”, destaca la psicóloga Sofía Luengo, directora del Centro de Atención Psicológica-CAPSI de la U. Autónoma.
“Hay un 65% de niños a los que el retorno a clases les genera una sensación de volver a recuperar un poco la normalidad, les genera alegría la motivación de volver a ver a sus compañeros, de volver a salir al recreo”, coincide Natalia Terán, psicóloga infantojuvenil de RedSalud.
“Las clases presenciales para muchos niños son una mejora en su aprendizaje y ellos lo reciben como tal, pero hay un 35% que no está contento con este retorno a clases. Más bien hay una sensación de miedo, de ansiedad, de angustia”, dice.
Explica que muchos de ellos son niños que han tenido la experiencia de muerte por covid-19 de un ser querido.
“Tienen mucha angustia de enfermarse, de contagiarse o poder contagiar a sus padres, entonces es evidente su miedo”, sostiene.
“Durante 2020 hubo muchas pérdidas especialmente de abuelitos, algunos parientes e incluso de papás”, cuenta al respecto el director del Australian College.
Para este regreso a clases, las universidades Mayor, Academia de Humanismo Cristiano, Usach y de las Américas les proporcionaron psicólogos en práctica los que, sumados al especialista institucional, han constituido un equipo de apoyo para los estudiantes, “porque muchos de ellos no han vivido el duelo, tanto por la pérdida de personas, como el social por la separación con sus compañeros”, sostiene.
Contreras cuenta que en su establecimiento tuvieron que lamentar varias pérdidas en las familias. “El equipo de orientación del colegio se contactaba con los apoderados y los alumnos para hacer la contención y un seguimiento de lo que estaba ocurriendo. Y ahora se ha mantenido en el retorno”.
Terán señala que también les cuesta volver, especialmente a los adolescentes, por razones académicas. “Tienen miedo de rendir las pruebas presenciales, piensan que sus notas bajarán”.
Un tercer grupo de reacios incluye tanto a niños pequeños como más grandes que previo a la pandemia ya tenían dificultades en sus habilidades sociales, por ejemplo experiencias de bullying o de timidez.
No obstante, Contreras dice que, como la reincorporación ha sido paulatina, no han tenido problemas de convivencia. “A quienes están asistiendo, se les pregunta principalmente sobre su emocionalidad”, destaca.
Depresión y estrés
“Hemos visto una cantidad de alumnos con depresión que uno no se imaginaba”, reconoce Iturriaga.
Y agrega que la separación de varios apoderados del colegio durante la pandemia —por problemas económicos o conflictos internos que muchas veces salieron a la luz durante los confinamientos— también ha afectado la salud mental de los hijos cuando no han sido bien acompañados. “Es un problema que no se ha visualizado bien y tampoco el cómo afecta a los estudiantes”.
En el Ministerio de Educación han estado atentos a este complejo escenario. Teresita Janssens, coordinadora Nacional de la Unidad de Formación Integral y Convivencia Escolar, cuenta que como primera medida para conocer el impacto de la pandemia, cada establecimiento aplicó el Diagnóstico Integral de Aprendizajes para casi 2 millones de escolares y el Diagnóstico Integral de Desempeño en educación parvularia al 98,9% de los jardines infantiles con reconocimiento oficial.
Además, en conjunto con el Ministerio de Salud realizaron el curso de Primera Ayuda Psicológica, que capacitó a docentes e integrantes de equipos directivos en los impactos psicológicos que ha generado la pandemia. Así se les entregaron herramientas para ayudar a personas en situación de alto estrés, además de estrategias de cuidado psicológico para sí mismos. Hasta la fecha han participado cerca de 9 mil personas.
También impulsan el plan “Chile se Recupera y Aprende”. “Hemos enviado material pedagógico y orientador a los establecimientos para que puedan abordar el desafío de la contención y la formación socioemocional”, destaca. Ya lo recibieron 7.800 establecimientos educativos pero la idea es cubrir más de 10.700.
Entre el material distribuido están los cuentos de Clementina, que relatan la historia de una niña que cuenta sus experiencias más importantes durante el 2020 en el contexto de pandemia y confinamiento; el juego “¡¡¡¡Qué Emoción!!!! ¡¡¡¡¡Qué preguntas!!!!!”. para que lo realicen los educadores con sus estudiantes y que aborda principalmente, el reconocimiento y fortalecimiento emocional, además de afiches y cuadernillos con actividades.