Por Margherita Cordano en El Mercurio

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Fue el único establecimiento chileno seleccionado para ser parte de la World Education Week, un evento creado por el presidente de la Fundación Varkey, que reunió a 100 escuelas de todo el mundo.
«Siempre estamos pendientes de las cosas nuevas que van ocurriendo, con la convicción de que a los estudiantes no les basta con tener buenas notas en Lenguaje o Matemáticas, sino que además es necesario que vayan desarrollando otro tipo de habilidades, muchas de ellas relacionadas con la tecnología, innovación, creatividad y trabajo en equipo», dice Ricardo Román, director del colegio Alberto Blest Gana de San Ramón.
En el 2014, por ejemplo, el colegio se unió a la Hora del Código, una iniciativa de carácter global que durante una semana invita a los establecimientos escolares del mundo a dedicar una hora a enseñar sobre programación (o lenguaje computacional). El objetivo de la propuesta es que en un mundo donde las pantallas son muchas, a los jóvenes se les capacite para crear y no solo consumir contenido.
Aunque la iniciativa ha tomado vuelo en el último tiempo, hace seis años era poco común aplicarla en el país. Más aún en un colegio donde el nivel de vulnerabilidad alcanza un 87%.
Esta mirada más allá del currículum tradicional llamó la atención a nivel internacional, específicamente de los organizadores de la World Education Week, un evento de Vikas Pota, presidente de la Fundación Varkey -la entidad detrás del Global Teacher Prize- y que durante esta semana, a través de encuentros en línea, reunió a representantes de colegios que innovan con éxito.
Tras postulaciones que llegaron de todo el mundo, el colegio Alberto Blest Gana fue el único representante nacional en ser seleccionado para ser uno de los 100 establecimientos del mundo que pudieron exponer sobre su propuesta.
Además de la tecnología, ahí explicaron que su foco también está en el bienestar emocional de los estudiantes.
«Tenemos yoga en todos los niveles académicos y prácticas de pausas activas en el aula, que fomentan el hábito de movernos. También tenemos a nuestros queridos colaboradores de la fundación David Lynch, quienes nos enseñan sobre prácticas de meditación», explica Natalia Cabrera, especialista en educación socioemocional del colegio.
Aprender en el Fab Lab
Junto con incorporar el yoga al currículum formal, todos los alumnos, desde prebásica a enseñanza media, también aprenden sobre creatividad digital.
«Enseñamos robótica, impresión 3D, biotecnología o biohacking : los estudiantes trabajan modificando el ADN de las bacterias, por ejemplo. Para ello creamos un Fab Lab, que es un laboratorio de fabricación digital originalmente desarrollado en el MIT. Hay una red en todo el mundo, somos dos mil. Aquí en Chile lo tienen universidades, pero como colegio solo estamos nosotros», explica Román, quien plantea que «la clase tradicional, del profesor exponiendo, está obsoleta».
Durante Education Week, Vikas Pota felicitó al colegio por ser una inspiración «que muchos pueden replicar».