¿Cómo aporta la neurociencia y la convivencia a la gestión pedagógica en el aula?

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Autor: Mariana Oyarzún, Directora de Escuela, Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad San Sebastián.

Con el tiempo, la neurociencia ha tomado un rol fundamental y vinculante en la educación. Nos ha ayudado a entender el complejo funcionamiento cerebral y cómo este influye en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Brindando la posibilidad que el profesor(a) pueda enfocarse en la búsqueda de las mejores metodologías y estrategias activo-participativas, aprovechando al máximo las habilidades cognitivas y socioemocionales de los niños(as).

La neurociencia ha demostrado que —durante los primeros años— niños y niñas con su experiencia van accediendo a funciones más complejas como el lenguaje, la cognición, la coordinación motora, entre otras. Pero también, las conexiones sinápticas van disminuyendo conforme pasan los años. Lo que no es estimulado, va desapareciendo. Por eso, trabajar la convivencia desde los primeros años del colegio es fundamental.

En nuestro país, desde el año 2002 en que se formula la primera Política de Convivencia Escolar, se ha trabajado en el diseño e implementación de leyes y políticas educativas.

El año 2011, se promulgó la Ley de Aseguramiento de la Calidad de la Educación, la cual instala la convivencia escolar como uno de los focos del SIMCE y de los Proyectos de Mejoramiento Educativo de los colegios.

Luego, el año 2015 se publicó la Política Nacional de Convivencia Escolar, que se enmarca en la Reforma Educacional cuyo objetivo es avanzar hacia una educación inclusiva. Este nuevo enfoque de la Convivencia Escolar destacó su sentido formativo, de derecho, género, gestión territorial, enfoque participativo y de gestión institucional que aspira a potenciar la enseñanza y aprendizaje de la vida en comunidad.

El año 2019, la Ministra de Educación Marcela Cubillos, presenta una actualización de la Política Nacional de Convivencia Escolar (PNCE) buscando que esta “sea una herramienta que aporte a la gestión de la convivencia y la toma de conciencia sobre la materia de todos los miembros de la comunidad educativa” (Mineduc, 2019, p.7). La nueva fase conlleva a comprender la Convivencia Escolar compuesta por cuatro características básicas: trato respetuoso entre miembros de la comunidad escolar; convivencia inclusiva; participación democrática y colaborativa; resolución pacífica y dialógica de los conflictos.

Dado que la convivencia escolar es un aspecto central tanto para el desarrollo psicosocial de los estudiantes, como para su rendimiento académico y desarrollo cognitivo, considerarlo desde la perspectiva pedagógica y formativa resulta acorde tanto a los lineamientos de la política educativa como a una concepción sociocultural del aprendizaje.

Para poder dar curso a lo antes mencionado, el profesor(a) en la tarea de educar debe tener varias consideraciones antes, durante y después de realizar su clase en el aula.

Cuando le asignan su curso, lo primero que debe tener en cuenta es la etapa de desarrollo en la que se encuentran los niños(as), sus estilos de aprendizaje, cómo es el contexto y la realidad familiar de cada uno ellos(as), darse el tiempo para conocer las habilidades e intereses de los niños y niñas. Con esto, junto al conocimiento de las etapas de desarrollo y la evolución del funcionamiento cerebral, entender el motivo de las conductas de comportamiento que tienen y qué factores son los que favorecen o entorpecen el aprendizaje.

Ya teniendo esta panorámica a la vista, se debe comenzar con el proceso de planificación considerando los objetivos que se deben alcanzar y qué actividades son las coherentes para que (de acuerdo con el contexto del grupo-curso) puedan alcanzar objetivos de aprendizaje propuestos.

A la hora de implementar la clase, el escenario se torna más complejo ya que se deben tener en cuenta varios factores: el objetivo de aprendizaje, realizar de manera efectiva el ciclo didáctico, dar coherencia entre todas las acciones que se realizan, que no falte ningún recurso para el aprendizaje y una evaluación que haga de la clase reporte información sobre el aprendizaje de los niños(as).

Un aspecto clave de este ciclo es la gestión de la clase para que se de en un ambiente de sana convivencia. De acuerdo con variadas investigaciones, todas ellas concluyen que, a mejor convivencia dentro del aula, mejores son los resultados de los estudiantes.

Luego de dar termino a la clase, llega el momento de reflexionar y evaluar los aprendizajes de sus estudiantes, analizando la práctica de enseñanza llevada a cabo y como esta influyó en el aprendizaje, identificando fortalezas y aspectos a mejorar.

En definitiva, claramente la neurociencia y la convivencia escolar aportan muchos aspectos y miradas que el profesor(a) debe considerar a la hora de realizar su gestión pedagógica, para lograr tener aprendizajes significativos en los estudiantes.