El aire libre: escenario privilegiado para aprender y cuidarnos

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Jugar al aire libre

Sabemos que la pandemia de Covid-19 ha traído múltiples complicaciones al proceso de aprendizajes de niños, niñas y jóvenes y que la brecha educativa entre los niveles socioeconómicos sólo se ha acrecentado, lamentablemente, en este período.

Buscar estrategias que hagan frente a este problema -que podría traer consecuencias irreversibles en la vida de muchos de nuestros niños, niñas y jóvenes- ha sido el desafío de muchas personas comprometidas con una educación de calidad y equitativa. Hemos conocido los esfuerzos por la necesaria conectividad, las innovaciones digitales, la creatividad de docentes y familias para acompañar el proceso de aprendizaje de sus hijos e hijas y los protocolos y desafíos para volver/mantener la educación presencial, que tanto necesitamos para asegurar el aprendizaje y bienestar de todos y todas. 

En estos casi dos años que llevamos de pandemia hemos aprendido a cuidarnos por medio del distanciamiento físico uso de mascarilla y lavado frecuente de manos. Sin embargo, hay una clave que no hemos llevado con tanta fuerza como se merece al proceso educativo: el uso de espacios abiertos, al aire libre, con alta ventilación. 

El espacio al aire libre nos da una oportunidad única para aprender, mientras nos protegemos del coronavirus. El espacio al aire libre es un escenario privilegiado para desafiar a los niños y niñas, promover su aprendizaje activo y auténtico, permitiendo que sean protagonistas de su propio aprendizaje.

Existe vasta literatura que da cuenta de los beneficios de estar y aprender al aire libre. Nos referimos a importantes beneficios académicos, beneficios para la salud y el bienestar de niños y niñas, y beneficios para el cuidado de la Tierra.

La evidencia indica que aprender en ambientes naturales impulsa el rendimiento en escritura, lectura, matemática, ciencias sociales y naturales; mejora las habilidades de creatividad, pensamiento crítico y resolución de problemas, esenciales para participar en la vida del siglo XXI. Pasar tiempo en entornos naturales mejora la atención de niños y niñas y disminuye los síntomas de los TDAH. Explorar y descubrir a través de experiencias al aire libre promueve la motivación por aprender y el compromiso de niños y niñas con su propio aprendizaje. Aprender en la naturaleza se asocia con la reducción de problemas de conducta de niños y niñas, aumenta el control de impulsos y disminuye el comportamiento disruptivo.

Se ha demostrado que pasar tiempo en espacios al aire libre mejora la salud en general, aumenta la actividad física, reduce el riesgo de obesidad y aumenta salud visual. Aprender al aire libre aumenta el bienestar socioemocional de niños y niñas, mejorando las habilidades interpersonales y fortaleciendo las relaciones con otros; aumenta la autoestima y autonomía; reduce el estrés, enojos y agresiones.

Por último, pasar tiempo en espacios al aire libre fortalece las relaciones con la naturaleza y aumenta los comportamientos pro-ambientales.

Si ya sabemos todo esto, promovamos y difundamos con más fuerza el uso del espacio exterior como un lugar privilegiado para que niños, niñas y jóvenes puedan seguir aprendiendo y desarrollándose, mientras nos seguimos cuidando del Covid-19.