La tensión género-educativa, ¿resistirá la estructura?

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“Rompamos los viejos engranajes”

Consigna del mayo francés, 1968

El país y el mundo se encuentran en un proceso profundo de cambio paradigmático, qué duda cabe, los últimos acontecimientos y las exigencias alrededor del globo, con marchas y manifestaciones así lo demuestran.

Durante los últimos años, una ola de reivindicaciones sociales cubre los países de occidente, en donde de la misma forma en que sucedió hace cincuenta años atrás en Francia, y que trajo la esperanza de cambio que cubrió cada rincón de la “ciudad de las luces”, hoy la lucha por la equidad de género viene a remecer las bases de una sociedad post-industrial, trayendo aire y fuerza a una nueva generación heredera de la modernidad.

Es en este plano, en donde la educación juega un rol esencial de cambio en la reproducción social de las matrices culturales de los pueblos (Bourdieu, 1970).

Los marcos de referencia, tanto epistemológicos como ontológicos en que se sustenta la estructura educativa de los sistemas nacionales en occidente, sufre un fuerte desajuste entre una visión industrial de operaciones, específicamente a través de una racionalidad curricular técnica-positivista y un enfoque de adaptación social del individuo, con una pujante nueva sociedad que exige el respecto de los derechos humanos más esenciales que existen, arraigados al género y la diversidad existente.

Es esta tensión dada las instituciones sociales no son capaces de canalizar esta energía social, generando conflicto interno y pujando a éstas, a una transformación para generar una nueva figura social, que responda a las necesidades post-modernas.

La educación en este caso, se enfrenta a una encrucijada. Claro, porque por un lado tenemos una energía externa social que impulsa un cambio de su estructura, y por otra, una serie de entidades desean mantener la composición de las dinámicas que operan en el plano educativo institucional.

Los colegios y escuelas, reciben la tensión por el cambio social, el respeto de los derechos fundamentales y la inclusión, pero estructuralmente no están preparados para ese cambio.

No hay metodologías ni técnicas, es un fenómeno exclusivamente epistemológico de la arquitectura curricular y educativa, llevando a la educación a un nuevo estadio.

Será muy importante vislumbrar cómo los actores del sistema educativo, son capaces de canalizar la energía existente de cambio y usarla para generar cambio desde “adentro-afuera”, y no solamente como un pequeño remezón que mantenga la estructura dada.

Nuestras escuelas, colegios y liceos, responden a un contexto cultural determinado, reproduciendo las dinámicas excluyentes a nivel social y de género. Solo si la fuerza del cambio de la nueva generación es constante y potente, se podrá al fin comenzar a soñar con hacer posible lo imposible.