Profesores uruguayos cuentan cómo se vive la vuelta a clases tras una semana de reapertura

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Sabían que no todos sus estudiantes estarían convencidos de volver a clases, por eso a los profesores del liceo público N° 7 Joaquín Suárez de Montevideo, que reabrió sus puertas el lunes pasado, se les ocurrió hacer un video que invitaba a los niños y sus familias a atreverse.

En el clip —que se compartió a través de WhatsApp—, los distintos profesores van mostrando, todos con mascarillas puestas, cómo se han ordenado y limpiado las salas. Además envían saludos y comentan que los esperan ansiosos.

“Creamos una comisión de rebienvenida, que se reunió muchas veces de forma virtual para pensar en la estimulación para volver a las aulas y que la misma no solo apuntara a un regreso desde el punto de vista académico, sino más bien un acompañamiento desde la sensibilidad que cada uno estaba sintiendo”, comenta la profesora de Biología Gabriela Ceres, quien ademásenseña en el Liceo N° 28 Purificación.

Como ella y su equipo, en el último tiempo muchos otros profesores uruguayos debieron prepararse para recibir nuevamente a sus estudiantes, luego de un proceso de desconfinamiento que supuso que los colegios rurales (donde el riesgo de contagio por covid-19 era menor) fueran los primeros en volver, algunos desde fines de abril, con un horario reducido.

Con el paso de los días y acumulando menos de mil contagios a nivel nacional, los colegios en las ciudades más grandes de Uruguay se fueron sumando: hace una semana volvieron a clases los estudiantes de los establecimientos públicos y privados de Montevideo, siendo el departamento de Treinta y Tres, que es fronterizo con Brasil, el único pendiente.

Actitud de cuidado

Antes de su reapertura el 1 de junio, en la Escuela Rural N° 88 del departamento de Canelones (vecino a Montevideo), los profesores crearon un documento institucional enfocado en explicar cómo se iba a reorganizar el colegio, que enseña a niños desde preescolar hasta 6° básico.

“Tuvimos que hacer una especie de mix entre los comunicados de Presidencia, los protocolos del Ministerio de Salud y la normativa propia de educación primaria. Con todo eso, más lo que nos aportaron nuestros compañeros —Uruguay es pequeño y todos los docentes conocemos a algún maestro de las escuelas que ya habían arrancado—, la semana previa a reabrir lo preparamos”, comenta el director Darío Greni.

El texto “menciona desde quién recibe al niño cuando llega a la escuela, cuál es el recorrido que hace, las medidas de higiene que se tienen que tener presentes y cómo es el tema de los salones: nosotros en particular tuvimos que dividir cada grupo en dos subgrupos. Un subgrupo viene lunes y jueves, otro martes y viernes”. Los miércoles se turnan.

Greni, quien asumió la tarea de recibir a los niños en la puerta y tomarles la temperatura, comenta que los cambios han sido grandes: los papás ya no se pueden quedar en el patio tras ir a dejar a sus hijos, el máximo por sala son 12 estudiantes y el horario escolar se redujo a tres horas y media.

Por ahora no hay almuerzos y los recreos son dentro del aula.

“Lo de mantener la distancia, los niños lo han entendido bien. Teníamos miedo con los de cuatro o cinco años, porque está el preconcepto de que van a querer levantarse y saludarse, pero ya entienden que eso hoy día no es posible. Creo que interiormente prefieren estar cada uno en su mesita, pero con sus compañeros”, dice este profesor, quien en 2019 fue destacado entre los 50 mejores docentes del mundo por la Fundación Varkey, institución a cargo del Global Teacher Prize.

A propósito de la actitud de cuidado que han adoptado los escolares, Paola Ponzoni, directora de la Escuela Pública Nº 350, en el barrio de Casavalle, en Montevideo, comenta que aunque la mascarilla es obligatoria solo para los profesores, los niños igual las están usando.

“El primer día de clases se trabajó en hablar sobre cómo nos sentimos. Y salieron muy claras dos emociones: alegría por encontrarse con compañeros y maestros, pero también el miedo a no saber cómo moverse, porque la escuela se tuvo que reinventar. Hay menos niños, cada uno está solito en una mesa y ya no pueden prestarse las cosas”.

Ponzoni comenta que en su establecimiento también se dividieron los cursos: para evitar aglomeraciones, algunos niños van los dos primeros días de la semana, mientras otros van jueves y viernes. Los miércoles se hace limpieza a fondo.

Estímulos

Al término de su primera jornada presencial después de un mes de clases remotas, una estudiante de 1° básico se acercó a hablarle a la profesora Mary Rossi.

“Me dijo que estaba feliz porque lo pasó lindo en la escuela y no se había enfermado. Lo hizo frente a su mamá, quien me explicó que la nena venía con mucho miedo a contagiarse por todo lo que escuchaba en la televisión y en la familia”, cuenta.

El comentario de esta alumna llegó hace más de dos meses, cuando el 22 de abril, la Escuela Rural N° 83 del Departamento de Salto, en Uruguay —establecimiento donde Rossi ejerce como directora unidocente—, reabrió sus puertas bajo un horario acotado de solo tres horas.

El 18 de junio la escuela volvió a su horario normal. “Se tomaron muchas medidas de prevención, tenemos un protocolo que cumplir que fue proporcionado por el Consejo de Educación Inicial y Primaria”, comenta esta profesora, quien educa a niños de entre cinco y doce años. “Lo que tratamos de hacer en la escuela fue cumplir todas las medidas a través del juego”.

Algunos ejemplos son haber creado un saludo especial de codos, o dibujar un virus en la mano de cada niño, para estimular su lavado.

El dibujo “debe salir después de tres lavados y así obtienen un punto. Al llegar a los 20 tienen un premio”, explica Rossi.

Por Margherita Cordano en El Mercurio